Accueil
Buscar
X

Búsqueda avanzada

Retratos fotográficos

Textos científicos

La Enciclopedia de los Migrantes

David Álvarez

Estudios literarios, Departamento de inglés Grand Valley State University, Allendale, MI, E.E.U.U.

Desde que se puso en marcha el espacio Schengen a principios de los años 90, el nombre “Gibraltar” se ha convertido para muchos norteafricanos en sinónimo de su exclusión de Europa. Como el subtítulo de la novela del escritor marroquí Mahi Binebine sobre la migración ilegal sugiere, entre los magrebíes, Gibraltar es sinónimo de las condiciones infernales que caracterizan el modo de desplazamiento de seres humanos que se experimenta en el Estrecho de Gibraltar.

La novela de Binebine es uno de los muchos textos de escritores contemporáneos marroquíes y de otros países del Mediterráneo cuya temática gira en torno a la migración irregular en la zona del Estrecho, la primera región del Mediterráneo que se convierte en punto de acceso para migrantes que intentan llegar a la Unión Europea clandestinamente. Aunque su nombre ha sido eclipsado por el de otras zonas como Lampedusa o Lesbos, por ejemplo, los trayectos para atravesarlo que tuvieron lugar entre los años 90 y los 2000 generaron muchas respuestas, no solo de escritores, sino también de fotógrafos, cineastas y muchos otros, cuyo trabajo se centra en cuestiones relacionadas con la comunicación y la identidad en la zona del Estrecho.

Desde la antigüedad, Gibraltar y sus alrededores han sido verdaderos lugares simbólicos para la conexión y la separación. Por ejemplo, según la mitología griega, Hércules separó los dos continentes y creó Gibraltar y sus montañas gemelas de la costa africana del Estrecho, picos que sirvieron para marcar los límites más occidentales del mundo conocido (las Columnas de Hércules). Dante tomó prestado un pedazo de la mitología griega para el Canto XXVI de El Infierno, en el que Ulises navegaba más allá del estrecho en busca del conocimiento prohibido. Como castigo por su transgresión, Ulises fue enviado al octavo círculo del Infierno.

En la Europa de hoy en día, se sanciona a los inmigrantes irregulares por osar desobedecer las leyes que excluyen a los viajantes sin visado de entrar en el espacio Schengen. Aunque pocos Gobiernos europeos han contemplado la inmigración irregular como un delito, en la práctica, los inmigrantes ilegales se suelen tratar como delincuentes: son detenidos, procesados, hacinados en campos de detención y deportados. Además, fueron las travesías nocturnas por el Estrecho emprendidas por inmigrantes irregulares a bordo de pequeñas embarcaciones las que desencadenaron las sucesivas oleadas de pánico y preocupación que se extendieron por la Europa de Schengen a causa de la inmigración y la presunta amenaza que supone para la seguridad europea y para la civilización.

En España, las reacciones xenófobas desencadenadas por llegada a las costas españolas de inmigrantes irregulares procedentes de Marruecos y otros países suelen estar conectadas con las invasiones y conquistas de las tropas árabes que cruzaron el Estrecho en el año 711 D.C. Esta conexión se trata con ironía en la introducción de Hope & Other Dangerous Pursuits (La esperanza y otros sueños), de Laila Lalami, una serie de historias entrelazadas sobre viajeros marroquíes que buscaban desesperadamente rehacer sus vidas en las políticas asentadas al norte del Estrecho. Cuando el navío en el que emprendió su viaje clandestino se aproxima a la costa de España, el narrador recuerda la historia que solía contar a los turistas que relataba cómo Tariq Ibn Ziyad había dirigido un gran ejército árabe en su travesía por el Estrecho y había ordenado que se quemaran todos los barcos una vez que se pisara tierra en Gibraltar, el Peñón al que dio nombre. (“Djabal Tariq”, “La montaña de Tariq”).

“Advirtió a sus soldados que podían continuar hacia adelante y derrotar al enemigo o volver y morir como cobardes. Sus hombres siguieron a su general, derrocaron a los visigodos y establecieron un imperio que dominó España durante más de setecientos años. No pensaban que volveríamos, piensa Murad. Solo que, en lugar de una flota, venimos en barcos hinchables —no solo los árabes, también una variada mezcla de gentes llegadas desde excolonias— sin armas ni armaduras, sin un líder carismático”. (2-3)

Dejando de lado el cambio con respecto a la historia que alude Murad, lo irónico del pasaje furtivo que él y sus compañeros de viaje tienen que emprender es que todas las poblaciones y ciudades de la zona del Estrecho se asentaron, en una gran medida, gracias a una mezcla de culturas transportadas por la mar que han caracterizado históricamente no solo el Estrecho, sino toda la región mediterránea. Desde tiempos ancestrales hasta el siglo XX, cartaginenses, fenicios, griegos, romanos, árabes, bereberes y otros pueblos han contribuido a la creación demográfica de los pueblos de la subregión. Resultado de ello, los gibraltareños, tanjawis, ceutíes y otros pueblos son descendientes de muchos inmigrantes que llegaron a la zona en barco.

Aunque muchos viajeros pueden atravesar el Estrecho legalmente con la documentación adecuada, desde el refuerzo de las fronteras externas de Europa en los años 90, muchas personas se han visto privadas de poder realizar esta corta travesía de manera legal y segura. En su lugar, expulsados por condiciones intolerables de sus tierras de origen y atraídos por el anzuelo de una vida con un futuro mejor fuera de casa, recurren a estas peligrosas travesías (y muy costosas) organizadas por mafias. Ya en el año 1990, el escritor español Juan Goytisolo advirtió de que, como resultado de un cambio de dirección en la mayor falla política de la post Guerra Fría, el Estrecho estaba destinado a convertirse en el “nuevo Muro de Berlín” que garantizara el orden de la post Guerra Fría.

Sin embargo, mientras que el Muro de Berlín se construyó principalmente para evitar que los alemanes del Este pudieran escapar, el muro metafórico de Gibraltar tiene como objetivo evitar que lleguen más personas. Desde entonces, otros muros y vallas, tanto físicas como metafóricas, han brotado por todo el Mediterráneo y otras zonas. Sin embargo, por la magnitud de los sistemas de vigilancia instalados en el Estrecho, sigue siendo el prototipo de la exclusión ejercida por el Norte que afecta a viajeros “indeseados” del sur del planeta.

Una de las principales desigualdades entre el modo en que el funcionariado y los medios de comunicación de Europa del Este se refieren a quienes se jugaron la vida al intentar cruzar el Muro de Berlín y a los que lo han hecho intentando atravesar el Estrecho se encuentra en que los primeros se consideraron valientes víctimas del comunismo y los últimos se describen no solo como invasores, sino también como un foco de infección para el sistema político de Europa. De este modo, los sectores más xenófobos de la sociedad española y europea consideran a los desarmados, cansados, a menudo hipotérmicos y habitualmente aterrados inmigrantes como amenazantes. Y la patera en la que se embarcan para atravesar el Estrecho se ha convertido en la imagen de una potencial “amenaza” social, existencial y para la civilización.

Para plasmar el modo en el que el Estrecho de Gibraltar, y el mismo Gibraltar se ha transformado en un emblema de exclusión, los escritores han recurrido a una gran variedad de metáforas. Por ejemplo, en la obra de Salim Jay Tu ne traverseras pas le détroit (No cruzarás el estrecho), el capítulo de introducción del libro se titula “Le verrou de Gibraltar” (La barrera de Gibraltar) y la frontera entre la vida experimentada como un trayecto y la emancipación de la adversidad incesante se expresa como un “raccourci fatal ou salvateur” (7), una atajo fatal o salvador. En otros textos del mismo subgénero, el Estrecho se describe de diversas maneras como una entrada cerrada con llave, un infierno dantesco en la tierra, un foso infranqueable, un muro inexpugnable o, con una cierta intención de crear controversia, como un obstáculo intencionado y concebido para ser completamente inaccesible para los inmigrantes irregulares, pero que, con suerte o con la ayuda de la fuerza de voluntad, pude ser quebrantado.

La crueldad de estas metáforas es que el Estrecho es un cementerio submarino, una imagen que aparece en la portada de la novela del escritor marroquí Tahar Ben Jelloun Partir en mitad de una secuencia onírica en la que el protagonista sueña con haberse ahogado tras volcar el barco de pesca en el que cruzaba el canal.

“… muy despacio en el centro del mar, para Azel ha decidido que el mar tiene un centro, que es un círculo verde, un cementerio en el que la corriente atrapa los cuerpos y los arrastra hacia el fondo para depositarlos sobre un banco de algas”. (5)

Ya que la mayoría de las travesías ilegales en el Estrecho tienen lugar en la oscuridad de la noche, se puede no culpar a los operarios de control del tráfico marítimo en el canal, que trabajan de día, por pensar que las travesías mortales de las que se informa en los medios eran más fruto de la imaginación que reales, incluso durante el periodo en el que varios centenares de inmigrantes se embarcaban para atravesar el Estrecho cada año. Sin embargo, los cuerpos hinchados de los inmigrantes ahogados que aparecían periódicamente en las playas del sur de la Península Ibérica son la brutal prueba de que el duro peaje de los inmigrantes irregulares no era un espejismo. Aun así, no se han erigido en ningún punto de las costas del Estrecho, ni en el Norte ni en el Sur, monumentos conmemorando las vidas y muertes de los moradores de la gran necrópolis submarina.

Por lo tanto, en este contexto, las obras literarias en las que se recogen la historia de las vidas, circunstancias y naturaleza de los inmigrantes, no solo de manera visual, sino también como tema central, son un homenaje a aquellos que huyeron de sus vidas marginales con la esperanza de mejorar y que, sin embargo, acabaron ahogados al volcar sus embarcaciones o al ser abandonados a unos kilómetros de las costas españolas. En cuanto a los que sobreviven a las travesías, suelen ser condenados a una existencia privada de derechos e irregularizada al margen de Europa, comparable a la falta de derechos y de poder en sus países de origen.

Aun así, y a pesar de que el Estrecho se haya convertido en uno de los principales bastiones de la fortaleza Europa, es posible mirar al canal no solo como una recreación del siglo XX de los límites de Roma, sino como una zona de contacto. Un lugar en el que las fronteras, a pesar de su aparente rigidez, son contingentes, refutables, inestables y mutables. La extensión o subversión de las muchas fronteras del Estrecho ha sido una práctica común de la historia, geografía, demografía o meteorología. Del mismo modo, a pesar de que el número de inmigrantes irregulares que arriesgan su vida atravesando el Estrecho es desalentador, es posible no considerarles meras víctimas abyectas de una fuerza mayor, sino agentes que proporcionan maneras alternativas para concebir la demarcación actual del mundo con políticas nacionales establecidas en cada territorio.

Desde este punto de vista, se puede afirmar que los inmigrantes de hoy emprenden valientes viajes que, como la transgresión de Ulises para franquear el “nec plus ultra”, debilita la organización mundial establecida de la división territorial en naciones-estado y basada en una dinámica de exclusión e inclusión. Con su vulnerabilidad, sacrificio y su manera de vivir y morir como inmigrantes, estos viajeros nos muestran evidentes limitaciones de nuestro mundo y son un ejemplo de las razones por las que debería reorganizarse desde un punto de vista más humano.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS