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La Enciclopedia de los Migrantes

Anne Morillon

Socióloga, Collectif Topik, Rennes

Los desafíos políticos e institucionales que plantea el reconocimiento del lugar que ocupan las poblaciones migrantes en el seno de la sociedad francesa —a la que le resulta difícil percibirse como plural— son el núcleo en torno al que gira el presente texto. La diversidad cultural y lingüística de nuestra sociedad es, no obstante, una realidad desde hace bastante tiempo, ya que la inmigración es un fenómeno estructural y estructurador de la sociedad francesa desde mediados del siglo XIX. Lo que cambia es el modo en que se ve: tan pronto se considera una riqueza —tal es, principalmente, el objetivo de La Enciclopedia de los migrantes, que aspira a subrayar el valor de la diversidad de trayectorias vitales, las historias sobre la inmigración y su inserción en la ciudad— como se asocia a una carga en exceso onerosa para un país que arrastra dificultades económicas y, sobre todo tras los trágicos acontecimientos acaecidos en el año 2015, como un peligro, un riesgo para la seguridad y la cohesión de la sociedad francesa. Así, en lo que al fenómeno migratorio respecta, Francia se ve sometida a fuerzas contradictorias a comienzos de este siglo XXI: entre la inclusión y la exclusión, entre la acogida y el rechazo, entre el Estado de derecho y el estado de excepción, entre la igualdad y la discriminación, entre el reconocimiento y la negación, entre la memoria y el olvido…

A partir de una reflexión sobre el surgimiento de una memoria y de una historia de la inmigración en Francia, propongo retomar este proceso complejo y no culminado del reconocimiento del lugar de la inmigración y los inmigrantes en el marco de la sociedad francesa contemporánea.

Ceguera y proceso de asimilación de los extranjeros en Francia durante los siglos XIX y XX

El proceso emprendido desde el Antiguo Régimen para uniformizar, en un plano político, cultural y lingüístico, los territorios de Francia construyó la representación de una nación homogénea. Los grupos culturales y lingüísticos o las minorías étnicas y religiosas no son reconocidos como tales por parte de una República que tan solo tiene en cuenta al ciudadano —una suerte de abstracción política—, a quien, a la vez, le aseguran su igualdad como “contrapartida”. A fin de ocuparse de la pluralidad inherente al fenómeno migratorio —que pone en tela de juicio la idea misma de una nación homogénea—, la “respuesta” de la República es el proyecto llamado “asimilacionista”: el extranjero, como tal, desaparece para fundirse en la “comunidad de ciudadanos”. La sociedad francesa acabó por olvidar —o, sencillamente, por no ver— que, con el paso del tiempo, su población se formó gracias a un contingente notable de extranjeros; aún hoy, hay demógrafos que consideran que uno de cada cuatro franceses procede de la inmigración. Las instituciones de la República —la escuela, el ejército, así como la iglesia, la fábrica, el sindicato— han ocupado un lugar importante en el proyecto asimilacionista, en el proceso de homogeneización cultural de las poblaciones, sean internas a la nación (expresiones culturales regionales) o exteriores (inmigración extranjera).

Iniciativas asociativas de memoria en los años 90 para ver de otra manera la sociedad francesa

Desde hace alrededor de quince años, diversas iniciativas de memoria y patrimoniales propuestas por la esfera asociativa y por instituciones públicas destacan el lugar de las inmigraciones sucesivas en la historia de la sociedad francesa contemporánea. Subrayan lo que han aportado los extranjeros a la vida demográfica, económica, social y cultural de Francia.

La primera actualización de la existencia de una memoria específica vinculada a la inmigración radica, sin duda, en las obras del historiador Gérard Noiriel acerca de la antigua cuenca siderúrgica de Longwy en los años 80. Al embarcarse en una historia del mundo obrero en su conjunto, en el que integra la inmigración, muestra indirectamente el motivo por el que el fenómeno migratorio está ausente —y se considera ilegítimo— en la historiografía clásica; además, hace hincapié en los retos, para los inmigrantes y para sus descendientes y el conjunto de la sociedad francesa, que se derivan de una “memoria de inmigrantes”. Al principio de los años 90, la Asociación por un museo de la inmigración (el AMI, por sus siglas en francés), creada a iniciativa de Gérard Noiriel, defiende, aunque sin verdadero éxito, la idea de un lugar patrimonial dedicado a la historia y a la memoria de la inmigración en Francia. La Asociación de los Trabajadores de Renault de la Isla Seguin (ATRIS, por sus siglas en francés), nacida en 1998, o la asociación Memoria activa siguen sus pasos y abogan por la creación de un lugar de la memoria allá donde se situaban las fábricas Renault de Boulogne-Billancourt.

Hacia la creación de un lugar de la memoria dedicado a la inmigración: el museo nacional de historia de la inmigración

Al inicio de los años 2000, la idea recorre camino y el primer ministro, Lionel Jospin, les confía a Driss El Yazami (asociación Génériques, pionera y relevante en materia de historia e inmigración en Francia) y a Rémy Schwartz (miembro del Consejo de Estado a cargo de la presentación de informes) una reflexión sobre si tal proyecto es factible, tanto desde el punto de vista científico como desde el político y el jurídico. El informe, publicado en la Documentación Francesa y titulado “Pour la création d’un Centre national de l’histoire et des cultures de l’immigration” (“Para la creación de un Centro nacional de historia y de las culturas de la inmigración”), apoya la creación de un centro nacional que aborde la historia y las culturas de la inmigración y que haga hincapié en la fuerte demanda social, especialmente asociativa, y en la riqueza de la historiografía, radicalmente renovada desde hacía dos décadas y susceptible de alimentar el objetivo histórico enunciado en este lugar; consideran los historiadores que la inmigración es el punto ciego del relato nacional.

En 2003, el primer ministro Jean-Pierre Raffarin le encomienda a Jacques Toubon que acometa la tarea de prefigurar el Centro de recursos y de memoria de la inmigración, con la cuestión central del reconocimiento de la historia de la inmigración en el proceso de construcción de la nación francesa. Entre abril de 2003 y julio de 2004, se les concede audiencia a investigadores y a militantes, quienes, uno a uno, aportan sus conocimientos expertos, su experiencia y su visión del proyecto. La Ciudad Nacional de la Historia de la Inmigración (CNHI, por sus siglas en francés) abre sus puertas en el verano de 2007 con la exposición “Repères” (“Puntos de referencia”), que recorre la historia de la inmigración en Francia a lo largo de dos siglos. La CNHI, sita en la Puerta Dorada, en el antiguo museo de las colonias, actúa como vínculo explícito entre la historia colonial y la historia de la inmigración. Si la apertura de la CNHI (en la actualidad, museo nacional de la historia de la inmigración) marca un hito en este proceso de reconocimiento de la inmigración de Francia, su inauguración por parte del Presidente de la República tan solo siete años después —el 15 de diciembre de 2014— revela cierto malestar del Estado. En efecto, expresar de este modo el reconocimiento de la sociedad francesa hacia los inmigrantes del pasado parece difícil de conciliar con el planteamiento que, en términos de control de los flujos migratorios, lleva en vigor más de cuarenta años y, más recientemente, un tratamiento del fenómeno que se centra en la seguridad.

Impulso institucional, instituciones patrimoniales e investigaciones en materia de historia y memoria de la inmigración de las regiones francesas

Más allá de la confusión suscitada por esta iniciativa en relación con la memoria, la CNHI se topa con un conocimiento fragmentario al respecto de la historia de la inmigración en Francia. A fin de enriquecer los datos en esta materia, la CNHI y la Agencia para la Cohesión Social y la Igualdad de Oportunidades (ACSE, por sus siglas en francés) abren, en 2005, una convocatoria nacional sobre las historias regionales de la inmigración. El objetivo consiste en nutrir las obras que abordan la historia de la inmigración con un cambio de escala, apoyándose en la idea de que las historias regionales de este fenómeno no son un mero reflejo de la historia nacional. Efectivamente, estas arrojan luz tanto sobre el fenómeno migratorio en general como sobre la historia plural de las propias regiones. En ocasiones, estos estudios han sido determinantes para iniciar un proceso de concienciación, o al menos para dar lugar a la reflexión, sobre el lugar ocupado por la inmigración en los territorios y por la implicación de los investigadores, esencial para generar dinámicas en torno a las cuestiones de la memoria y la historia de las inmigraciones. Tal es el caso, por ejemplo, en Bretaña, donde el equipo de investigadores que ha trabajado en el estudio ha querido asociarse a proyectos que aumenten el valor de sus trabajos, impulsarlos e involucrarse en la vida de la Ciudad. La exposición Migrations (“Migraciones”), presentada en el museo de Bretaña entre marzo y septiembre de 2013 y más tarde adaptada al contexto local de Brest, Sant-Brieuc y aun a Brno, en la República Checa, ha permitido que se comience a tejer una red “historia memoria de la inmigración”, estructurada durante los años 2011 y 2012, cuyo eje es el museo de Bretaña y que está muy ligada al colectivo Topik y a sociolingüistas del PREFics (Universidad de Rennes 2).

Expresiones de memoria plural nacidas de la sociedad civil: ¿hacia el reconocimiento perdurable de la inmigración y de los inmigrantes en el seno de la sociedad francesa?

Tras unos diez años, se han alumbrado diversas iniciativas que emprenden vías variadas. Adoptan la forma de memoria de grupos constituidos sobre un origen nacional, que comparten una experiencia común de la inmigración en una relación específica con la sociedad francesa. Por ejemplo, la memoria del exilio de los republicanos españoles, activada por los descendientes que se aúnan en torno a asociaciones, homenajea la lucha de sus padres o de sus abuelos contra el fascismo en tiempos de la guerra civil española, así como en Francia, durante la Segunda Guerra Mundial. Esta memoria contra el silencio y el olvido, además, destaca las condiciones de acogida en Francia, a veces muy precarias y aun indignas, y también la solidaridad manifestada, en el ámbito local, para con estos refugiados. Otra movilización de memoria emana del colectivo “los indígenas de la República”, fundado en 2006, con el propósito de denunciar el peso de la colonización en las representaciones y en el tratamiento social y político de las personas procedentes de la inmigración poscolonial. Esta memoria de los dominios, de las opresiones y de las luchas se pone al servicio de la lucha contra las discriminaciones y del fomento de la ciudadanía. La memoria de los inmigrantes se inserta, de esta manera, en los espacios urbanos en vías de transformación: proyectos “memoria”, que movilizan a habitantes de todos los orígenes, los Poderes Públicos, las instituciones patrimoniales, expertos (historiadores, sociólogos, archiveros, conservadores del patrimonio) y artistas, en los barrios populares de las grandes ciudades francesas. Estas iniciativas, con frecuencia impulsadas por el Poder político de la ciudad, están encaminadas a mantener la cohesión social en los barrios desestructurados, tanto por las condiciones sociales en que viven sus habitantes como por las transformaciones del elemento construido. La memoria de la inmigración se confunde aquí con la memoria urbana; el inmigrante y el habitante de los barrios populares se convierten en uno solo. Este tipo de proyecto da lugar a la implicación de artistas, ante todo a los de L’âge de la tortue de Rennes, donde lo singular, lo íntimo —más allá de una historia colectiva—, viene a subrayar la universalidad del exilio y de la inmigración para transformar los puntos de vista sobre los inmigrantes, los exiliados, los refugiados y la concesión del lugar que les corresponde en el marco de la Ciudad.

A modo de conclusión…

La inserción de la presencia de los inmigrantes en Francia en el curso de su historia es un desafío asumido (de forma, además, más o menos consciente) por toda una pluralidad de actores en proyectos de muy diversa naturaleza. La dinámica de la memoria implicada no sigue una única vía y se enfrenta a varios retos de la sociedad francesa contemporánea: científicos, culturales, sociales, urbanos, arquitectónicos, artísticos, ciudadanos, patrimoniales… en otras palabras, políticos. En comparación con la década anterior, los años 2000 y 2010 suponen un hito en el inicio, dentro de la sociedad francesa, de una reflexión profunda acerca de estas cuestiones. Lo que estas iniciativas tienen en común es que quieren transformar las prácticas y las representaciones de los inmigrantes en una dinámica de inclusión y de igualdad. Desde esta perspectiva el reconocimiento progresa, al igual que la incorporación del Otro y de su historia en un relato común. Ahora bien, estamos sometidos a fuerzas contrarias; las lógicas de exclusión que actualmente generan un consenso relativo en el corazón de la población francesa entrañan el riesgo de que el trabajo acometido se derrumbe estrepitosamente.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS