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La Enciclopedia de los Migrantes

André Pereira Matos

Investigador en relaciones internacionales, Instituto Jurídico Portucalense, Universidade Portucalense, Oporto

Toda la historia de la humanidad ha estado marcada por movimientos y flujos de individuos. De mayor o menor escala en estos procesos, segmentos de diferentes sociedades fueron desplazados coercitivamente mientras que otros se fueron desplazando más voluntaria y libremente.

Lo que tiene n en común todos estos movimientos es el componente del desplazamiento. Las migraciones implican el abandono de un lugar en detrimento de otro, que, sin estar deshabitado, es un lugar diferente con sus nativos propios, personas que pertenecen a aquel espacio y a aquella comunidad. Este sentimiento de pertenencia es una parte de su identidad, cuya definición y delimitación encuentra como punto de referencia la identidad del otro, su alteridad y sus distintas características. Cuando “alguien” se desplaza a otro grupo de pertenencia, se cuestionan algunas de las suposiciones en las que se basa esa definición identitaria y surgen reacciones a esta redefinición de grupo.

Recientemente, y de forma más significativa, Europa ha sido el destino de individuos oriundos de Oriente Medio y del norte de África. Estos desplazamientos han causado debates sobre la identidad europea y su posición en cuanto a civilización en relación con el resto de civilizaciones del mundo. Políticamente, la Unión Europea no ha conseguido proporcionar una posición única y coherente ante el dilema entre una Europa que acoge o una Europa que levanta prohibiciones frente a la amenaza percibida que el “otro” causa.

La civilización europea se ha declarado (normalmente mediante los propios tratados de las comunidades y también por su diversidad interna) como un conjunto de países que defiende valores y principios que se remontan a la antigüedad clásica y que nacieron, muchos de ellos, en este mismo espacio geográfico —la igualdad, la libertad, la tolerancia y la solidaridad—, representados y asegurados por la democracia.

El sufragio universal es una de las dimensiones centrales de la democracia en su exigencia más básica. Mediante este poder que emana del pueblo que escoge a sus representantes, los agentes del Estado escogidos para tal efecto pasan a responder ante sus conciudadanos verticalmente a través de las elecciones periódicas y horizontalmente a través de otros órganos de soberanía en un equilibrio de poderes diseñado para evitar abusos en el ejercicio del poder político.

Sin embargo, y de forma más informal, los ciudadanos ejercen una presión constante ante los políticos a través de sus opiniones individuales congregadas: la opinión pública, reproducida y simultáneamente condicionada a través de los medios de comunicación.

Para los realistas, la opinión pública concerniente a la política exterior de un Estado es volátil, emotiva e incoherente y, por ese motivo, no tiene ni debe tener influencia en el proceso de toma de decisión política a este nivel (GURAZIU, 2008). Morgenthau es uno de los autores que suscribe esta posición y Lippmann (1995 apud GURAZIU, 2008) considera que la opinión pública “es una fuerza peligrosa e irracional”. Para los liberales, la intervención de la opinión pública en la política exterior es aconsejable dada su moderación que consigue acobardar acciones más arriesgadas que las que las élites ambiciosas podrían anhelar (GURAZIU, 2008). Para Powlick (1999 apud GURAZIU, 2008), “las políticas de éxito necesitan el apoyo público o, por lo menos, la no desaprobación de este”. En realidad, se encuentran ejemplos para ambas posiciones. Véase, por un lado, la opinión pública contraria a la política estadounidense respecto a Irak en 2003 y, por otro lado, la forma en la que la movilización de la sociedad civil condicionó la participación militar estadounidense en Vietnam.

Efectivamente, Flint (2015), contrariando las características que los realistas atribuyen a la opinión pública, defiende que esta, aunque tenga poco conocimiento sobre cuestiones exteriores, presenta una estabilidad considerable a largo plazo respecto a actitudes estructurales. De este modo, hay un debate sensible acerca de la posición e influencia de la opinión pública con respecto a las políticas exteriores. Su absoluto respeto en todas las situaciones o su desconsideración total resultaría en un viaje pendular entre una “tiranía de la mayoría” y una “dictadura de los elegidos” (ídem), por lo que ambas presentarían resultados perniciosos tanto para la calidad de la democracia como para la seguridad y estabilidad del país en el panorama internacional.

La opinión pública aún no consigue llegar a los círculos políticos sin pasar por los medios de comunicación, quienes se consideran uno de los guardianes de la democracia (NAVEH, 2002) precisamente al cumplir su papel de intervención a este nivel. Los medios consiguen definir, en parte, la agenda política o, por el contrario, desviar la atención hacia otras temáticas. Por lo tanto, son una forma de poder, ya sea como entidades que obligan a los gobiernos a asumir responsabilidades ante la nación, o como subordinados a las élites políticas, alimentando sus narrativas ante los lectores, cuya opinión queda condicionada (FLINT, 2015).

No obstante, la globalización ha transformado este panorama facilitando un activismo a gran escala e internacionalizando la propia opinión pública mediante, por ejemplo, la utilización de las redes sociales. Se ha vuelto más difícil condicionar a los ciudadanos a través de una narrativa única cuando es más fácil deconstruirla de la partición instantánea, accesible y universal de información. Esta mediación realizada por los medios de comunicación también ha sido utilizada por los propios Estados como una forma de alcanzar al público nacional de otros países, de forma que estos creen presión sobre sus propios gobiernos, en una utilización perniciosa de la influencia que los medios tienen sobre la sociedad civil internacional (ídem).

Los medios de comunicación social son, por ese motivo, herramientas privilegiadas para divulgar mensajes y percepciones, ayudando a la construcción de la opinión pública que se alimenta de la información recibida, de las posiciones de los creadores de opinión y de las estrategias más o menos aplicadas del punto de vista ideológico para acondicionar el dictamen de los lectores. De este modo, el rigor en el tratamiento de la información y un esfuerzo por cumplir las exigencias de la objetividad periodística se vuelven fundamentales para el buen desempeño de estas entidades como guardianas de la libertad y de la calidad de la democracia en un determinado Estado.

Finseraas, Pedersen & Bay (2014) desarrollaron un estudio cuantitativo sobre las percepciones de los individuos ante los inmigrantes y reforzaron algunas suposiciones de estudios anteriores que apuntan hacia una percepción generalmente negativa de este fenómeno, especialmente en grupos sociales con menor formación académica y con una mayor fragilidad económica. En contextos de recesión económica marcados por valores elevados de desempleo, esta actitud se intensifica debido a una sensación de competición con los inmigrantes en un escenario con escasos recursos (ídem).

Cuando se combinan las variables analizadas anteriormente, se consigue desvelar la importancia de los medios de comunicación y su influencia en la formación de la opinión pública. Dentro de este ámbito y partiendo de una crítica que Bohnsack (2008) elaboró acerca de la paradoja de la marginalización del análisis de la imagen en cuanto al método científico, las imágenes constituyen vehículos de mensajes y significados que, al acompañar a la noticia correspondiente, pueden condicionar la formación del parecer del lector. Según la teoría de la comprensión mediante la imagen, el lector construye su percepción con la intermediación del icono, que lo ayuda a interpretar y a explicar el mundo. En un nivel de mayor complejidad, esa comprensión a través de la imagen también puede fomentar la acción y proporcionar la orientación para las prácticas diarias (ídem).

En una encuesta realizada por internet a 136 individuos se mostraron 21 fotografías que acompañaban a noticias que informaban de alguna situación relativa a la crisis de los refugiados durante el mismo periodo de tiempo. Sobre esas fotografías pertenecientes a un periódico portugués, a uno español y a uno francés, se plantearon cuestiones referentes a la percepción que transmitían.

El análisis de los resultados permite diseñar un conjunto de reflexiones sobre cómo los medios utilizan las imágenes. En primer lugar, únicamente entre el 16 % y el 20 % de los encuestados pensaron que la reacción frente a la imagen relativa a la acogida o la expulsión de los refugiados sería neutra, un 4 en una escala del 1 al 7. El periódico portugués y el francés transmitieron imágenes favorables a la acogida para el 60 %, mientras que en el español ese valor descendió al 52 %, de forma que la promoción de la percepción de la necesidad de expulsar a los refugiados fue del 36 % (el más elevado de los tres). Todos fomentaron una imagen más favorable a la acogida y la inclinación política de los encuestados no tuvo correlación con la percepción de esas mismas imágenes.

La diferencia del periódico español en comparación con los otros dos diarios se resalta en la cuestión sobre la percepción que las imágenes en análisis causan sobre el refugiado: las fotografías del periódico español en el 58 % de los casos transmitían una percepción negativa, mientras que este valor se quedaba en el 34 % de la media de los otros dos periódicos. El diario francés volvió a utilizar fotografías que fomentaban, según el 38 % de los encuestados, una valoración positiva de la imagen del refugiado retratado.

Las fotografías más positivamente valoradas fueron aquellas que retrataban individuos felices y en familia, y las negativas las que ilustraban situaciones de caos e inseguridad como la del grupo de individuos forzando la entrada en un tren o la de un manifestante con la cara cubierta lanzando un objeto en un escenario de confusión. Una vez más, las fotografías más negativamente valoradas fueron todas las del periódico español y las más consensuadas respecto a su carácter neutro provinieron de la publicación francesa.

Por último, con respecto a los sentimientos provocados por las fotografías analizadas, hubo una reacción común en el grupo de las más seleccionadas por los encuestados en los tres periódicos: el sufrimiento. Una parte considerable de las respuestas identificaba este sentimiento en varias de las fotografías, por lo que se constata la utilización de imágenes que apelan a la empatía del otro en un escenario de dolor o desánimo ante una situación adversa. El periódico francés también transmitió una sensación de esperanza, mientras que el español, a través de las imágenes publicadas, promovió reacciones de violencia y revuelta no tan visibles en los otros dos periódicos. Una vez analizados los datos, el periódico francés causó en el 45 % de los lectores sentimientos positivos (esperanza, empatía, seguridad), y el diario español transmitió esos mismos sentimientos al 17 % de los encuestados, mientras que el 82 % restante admitió haber reaccionado con sensaciones negativas ante las fotografías. El portugués ocupó una posición intermedia, con un 34 % de encuestados que reconocieron sentimientos positivos. Además, la publicación francesa registró de forma más distribuida la selección de las reacciones positivas y negativas, apuntando a la hipótesis de que era el periódico con la utilización de fotografías más neutras o, por lo menos, que causan una impresión de partida muy clara.

En resumen, si se considera que la opinión pública ejerce presión sobre los que toman las decisiones políticas, normalmente en el ámbito de las cuestiones de política exterior, y que esta está condicionada por las publicaciones —textos e imágenes— de los medios de comunicación, es posible defender que este actor tiene capacidad para ejercer, aunque sea indirectamente, presión sobre los representantes elegidos. Además, la utilización de la imagen como auxiliar de la noticia no está exenta de la promoción de determinadas actitudes ante los lectores. En ese sentido, la explotación iconográfica puede ser el resultado de una postura editorial ideológica intencionada o de una opción sin objetivos políticos. Sin embargo, en ambos casos puede provocar seguramente un cierto grado de interferencia en la formación de la opinión del lector aunque de forma menos consciente y apenas a través del mensaje subliminal que cualquier icono transmite, normalmente en asuntos de mayor sensibilidad local y política como es el caso de la crisis de los refugiados y de los demás movimientos migratorios.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS